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 Capítulo 4: La Playa de los Secretos



La familia había planeado unas vacaciones, un escape perfecto para alejarse de la rutina y los problemas cotidianos. Alquilaron una casa con vista al mar, un refugio idílico donde el sonido de las olas y la brisa salada prometían paz y relajación. El esposo de Yumi, siempre atento y detallista, había invitado a su hermano y a la esposa de su hermano, Kazumi, a unirse a ellos. La perspectiva de compartir estas vacaciones con familiares cercanos llenaba a todos de entusiasmo y expectativas.



El viaje a la playa transcurrió sin contratiempos, con risas y conversaciones animadas llenando el coche. Al llegar, la casa los recibió con una vista espectacular del océano, sus aguas turquesas y espumosas invitando a sumergirse en su frescura. Cada uno se acomodó en sus respectivas habitaciones, desempacando y preparándose para disfrutar de los días venideros.




La primera noche en la playa, mientras la familia dormía, Ichida se encontraba sentado al borde del mar, sus pensamientos perdidos en la inmensidad del océano. La luna llena iluminaba su rostro, creando sombras y luces que daban a su expresión un aire de misterio y melancolía. Yumi, notando la ausencia de su hijo, salió en su busca, su corazón latiendo con una mezcla de preocupación y curiosidad. Al acercarse a la orilla, escuchó ruidos provenientes de unos arbustos cercanos, sonidos que la intrigaron y la llevaron a asomarse con cuidado.




Lo que vio la dejó sin aliento. Kizame, su hermana, se encontraba de rodillas, con el pene de Ichida en su boca, moviéndose con una intensidad y una habilidad que revelaban una práctica más que ocasional. Yumi, oculta entre los arbustos, observaba la escena con una mezcla de asombro y excitación. Su cuerpo se tornó caliente y tembloroso, una respuesta involuntaria a la visión que tenía ante sí. Las obsenidades susurradas, los gemidos de placer, todo se mezclaba en una sinfonía de deseo y tentación que la dejó sin aliento.



Al retirarse del lugar, Yumi se cuestionó su propia libertad y los dogmas con los que había sido criada. ¿Era correcto sentir deseo ante tal escena? ¿Podía justificar su excitación? Estas preguntas la acompañaron mientras regresaba a la casa, su mente llena de dudas y reflexiones que la llevaron a cuestionar sus propias creencias y moralidades.




Al día siguiente, mientras todos se bañaban en la playa, Ichida se encontraba en casa, organizando sus pertenencias. Entre sus cosas, encontró una foto que le había tomado a su tía, un recuerdo íntimo y erótico que despertó en él un deseo inmediato. Con la imagen en sus manos, comenzó a masturbarse, sus movimientos lentos y deliberados, creando una fricción de placer que lo dejó sin aliento. Su mente se llenó de recuerdos y fantasías, cada pensamiento aumentando su excitación y llevándolo al borde del éxtasis.




De repente, Yumi, que aún estaba en casa, se dirigió al cuarto de Ichida para invitarle a unirse a ellos en la playa. Al abrir la puerta, se quedó paralizada al ver a su hijo masturbarse, su mano moviéndose con un ritmo frenético y apasionado. La visión la dejó sin palabras, una mezcla de asombro y excitación recorriendo su cuerpo. Sin hacer ruido, Yumi se retiró, sus pensamientos llenos de imágenes y sensaciones que la dejaron sin aliento, sabiendo que lo que había visto cambiaría su percepción de la realidad para siempre.




Al día siguiente, la familia se dirigió a la playa con entusiasmo, dispuesta a disfrutar de un día soleado y relajante. Sin embargo, al llegar, se dieron cuenta de que se trataba de una playa nudista, un detalle que Kizame había planeado cuidadosamente. La revelación provocó una mezcla de sorpresa y curiosidad entre los miembros de la familia, cada uno reaccionando de manera diferente ante la inesperada situación.




Kazumi, con una sonrisa pícara, fue la primera en quitarse las prendas, revelando un cuerpo esbelto y bronceado que capturó la atención de todos. Su confianza y naturalidad al desvestirse crearon un ambiente de aceptación y libertad, animando a los demás a seguir su ejemplo. Las mujeres de la familia, incluyendo Yumi y Kizame, se despojaron de sus ropas con una mezcla de timidez y excitación, disfrutando de la sensación de libertad y el calor del sol en sus pieles desnudas.




Ichida, al quitarse la ropa, provocó un silencio momentáneo. Ren, sin tener rodeos, rompió el hielo con una broma: “Demonios, Ichida, guarda esa pistola,” comentó, su tono lleno de sorna y diversión. La familia estalló en risas, pero Yumi sintió un calor recorrer su cuerpo, una respuesta involuntaria a la visión de su hijo desnudo. La situación, aunque ligera y llena de humor, dejó una marca indeleble en su mente, una mezcla de asombro y excitación que la acompañaría durante el resto del día.




La familia pasó el día en la playa, disfrutando de las aguas cristalinas y la arena cálida. El ambiente relajado y la falta de inhibiciones crearon un lazo especial entre ellos, una conexión que los llevó a explorar nuevos niveles de intimidad y confianza. Mientras se bronceaban y nadaban, las conversaciones fluyeron con una naturalidad que sorprendió a todos, cada uno compartiendo sus pensamientos y deseos más profundos.




Kizame, aprovechando un momento a solas con Yumi, se acercó a ella con una sonrisa traviesa. “Veo que miras bastante a tu hijo,” comentó, su tono lleno de insinuación y diversión. “Tiene unos buenos dotes, ¿verdad?” Yumi, sorprendida por la franqueza de su hermana, se sonrojó, una mezcla de vergüenza y excitación recorriendo su cuerpo. “Tranquila, es broma,” añadió Kizame, riendo suavemente, sabiendo que había tocado una fibra sensible en su hermana.




Mientras el sol comenzaba a ponerse, tiñendo el cielo de tonos dorados y anaranjados, la familia encontró un lugar dentro de la playa donde podían ingerir alcohol y bailar. El ambiente, ya de por sí cargado de energía y emoción, se volvió aún más vibrante con la música y los tragos. Los miembros de la familia, animados por el alcohol y la libertad del entorno, se dejaron llevar por el ritmo, sus cuerpos moviéndose en una coreografía de deseo y tentación.




Los tragos comenzaron a verse más, y la falta de alimentación hizo estragos en la familia. Las risas se volvieron más estridentes, las bromas más atrevidas, y las inhibiciones se desvanecieron por completo. Ichida, con unos tragos encima, se movía con una confianza y una sensualidad que capturaban la atención de todos, especialmente la de Yumi, quien no podía apartar la mirada de su hijo, fascinada por la transformación que veía en él.




La noche avanzaba, y con ella, la intensidad de las emociones y los deseos. La familia, ya completamente relajada y desinhibida, se dejó llevar por el momento, cada uno explorando sus propios límites y explorando nuevas conexiones. Yumi, con la mente nublada por el alcohol y las emociones, se encontró en un estado de vulnerabilidad y excitación que la llevó a cuestionar sus propias creencias y moralidades. La visión de su hijo, de su hermana, de todos ellos, moviéndose con una libertad y una sensualidad que la volvía loca, la dejó sin aliento, sabiendo que lo que estaba por venir cambiaría todo, llevándolos a un terreno desconocido y peligroso, pero también lleno de posibilidades y tentaciones.



La noche en la playa había alcanzado un punto de ebullición, con la música y el alcohol creando una atmósfera de libertad y deseo. Yumi, animada por el ambiente y los tragos, se acercó a Ichida con una sonrisa pícara. "Ichida, mi amor, ¿bailamos?" le invitó, olvidándose por un momento de que ambos estaban desnudos. La música, un ritmo sensual y envolvente, los envolvió, y comenzaron a moverse al compás, sus cuerpos rozándose con una intimidad que los dejó sin aliento. 




El ritmo aumentó, y con él, la conexión entre madre e hijo. Yumi, perdida en el momento, sentía cada roce, cada movimiento, como una descarga eléctrica que recorría su cuerpo. Ichida, también llevado por los tragos, se dejó llevar por la sensualidad del momento, permitiendo que sus manos exploraran el cuerpo de su madre con una audacia que los sorprendió a ambos. La noche, llena de estrellas y promesas, los envolvía en un manto de misterio y deseo.




Después de un rato, Ichida se excusó para ir al baño, dejando a Yumi y a su esposo en la playa. Al regresar, se dio cuenta de que sus padres no estaban, lo que lo llevó a pensar que ya se habían retirado a la casa. Decidió seguirles, pero al intentar irse, Ren lo detuvo, halándolo del brazo. "Ichida, quédate un poco más," le pidió, su voz llena de una mezcla de deseo y necesidad. Ichida, aunque cansado y mareado, accedió, sabiendo que la noche aún tenía más sorpresas reservadas.




Minutos más tarde, Ichida decidió dirigirse a la casa, el mareo y la fatiga comenzaban a pasar factura. Al entrar, pasó por el baño donde encontró a su padre tirado, vomitando los excesos de la noche. Continuó caminando, siguiendo el sonido de gemidos que provenían de una de las habitaciones. Cegado por la calentura del momento, Ichida ingresó al cuarto y se encontró con una escena que lo dejó sin aliento.


.... 


Yumi, en posición de cuatro patas, su cuerpo desnudo y vulnerable, gemía y se movía con una intensidad que revelaba su deseo y necesidad. Su vagina, húmeda y tentadora, estaba ligeramente abierta, invitando a ser explorada. Yumi, pensando que era su esposo, comenzó a gemir y a pedirle que acabara con ella, sus palabras llenas de obsenidades y deseo. "Sí, amor, fóllame, métemela toda, quiero sentirte entero," suplicaba, su voz teñida de necesidad y urgencia. 




Ichida, respirando rápido y con nervios, se acercó a su madre, tomando su cintura con firmeza. La sensación de su piel, suave y cálida, lo volvió loco, y comenzó a rozar su pene contra la línea que separaba las nalgas de Yumi. La fricción, intensa y erótica, los dejó a ambos sin aliento, sus gemidos y jadeos llenando la habitación. Yumi, moviendo sus caderas, rozaba su vagina contra el miembro de Ichida, creando una sinfonía de placer y tentación que los llevó al borde del éxtasis.





La tensión en la habitación era palpable, el aire cargado de electricidad y deseo. Ichida, arriesgándose, tomó su pene y, con un movimiento rápido y decidido, soltó todo su semen en la entrada vaginal de su madre, creando una sensación de placer y satisfacción que los dejó a ambos sin aliento. Yumi, gimiendo y jadeando, exclamó: "Rico, está tu semen, se siente calentito, me hubiera gustado dentro," su voz llena de deseo y necesidad, sabiendo que lo que habían compartido era algo especial, algo que ninguno de los dos quería abandonar.





Ichida, dando un golpe de realidad, se retiró de la habitación, su mente llena de imágenes y sensaciones que lo dejaban sin aliento. Al salir, fue golpeado por la oscuridad y la brisa, resbalando y perdiendo el conocimiento. Yumi, aún gimiendo y con el semen de su hijo goteando de su vagina, se quedó dormida, la ebriedad y el agotamiento pasando factura, sumergiéndola en un sueño profundo y sin sueños.




Yumi se despertó al siguiente día con un dolor de cabeza que retumbaba en sus pensamientos, un eco persistente de la noche anterior. Mientras se revolcaba en la cama, sintió su vagina pegajosa, una sensación que la llevó a cuestionarse lo sucedido. Al pararse para darse una ducha, vio a su hijo tirado en el piso, su presencia una señal inequívoca de que algo había pasado. La visión la dejó sin aliento, una mezcla de asombro y confusión recorriendo su cuerpo.




Al entrar a la ducha, el sonido del agua cayendo la envolvió, creando un momento de reflexión y claridad. Ichida, al escuchar el ruido, se levantó, mirándola con una mezcla de vergüenza y deseo. Al darse cuenta de que su madre se estaba duchando, se retiró de la habitación, dejando a Yumi sumida en sus pensamientos, cuestionándose la realidad de la noche anterior.




Al salir de la ducha, Yumi se encontró con su esposo, quien le explicó que había dormido mal en el baño, con un dolor de cuello que lo atormentaba. “Dormí toda la noche ahí,” confesó, su voz teñida de cansancio y dolor. “Cuando fui en busca de un aceite para estimularte, me quedé dormido,” añadió, su tono lleno de una mezcla de disculpa y confusión. Yumi, pensativa, se quedó en silencio, sabiendo que si su esposo no había sido con quien compartió la noche anterior, entonces, ¿quién había sido?




Mientras Yumi reflexionaba, Kizame se encontró con Ichida, iniciando una conversación que capturó la atención de ambos. Yumi, al salir en busca de su hijo, lo vio hablando con su hermana, una escena que la llenó de curiosidad y preocupación. Ichida y Kizame, sin perder tiempo, se fueron juntos, dejando a Yumi con más preguntas que respuestas.




Mientras caminaban, el esposo de Kizame se acercó a ellos, preguntando hacia dónde se dirigían. Kizame, con una sonrisa pícara, le dio un gran beso y le dijo que iría a tomar el sol, una excusa que ocultaba sus verdaderas intenciones. Ichida, intrigado y curioso, siguió a su tía, sin saber lo que le esperaba.




Llegaron a una cabaña en la colina, un lugar apartado y lleno de misterio. Allí, esperándolos, se encontraba un chico que Kizame había conocido la noche pasada. “Ichida, te presento a George,” dijo Kizame, su voz llena de una mezcla de diversión y anticipación. George, con una sonrisa cálida, saludó a Ichida, y juntos entraron a la cabaña, dejando a Yumi, que los había seguido, con una vista clara de lo que estaba por venir.




Yumi, escondida entre los arbustos, observaba la escena con una mezcla de asombro y excitación. La cabaña, con sus ventanas abiertas, le permitía ver a su hijo y a su hermana en una conversación que prometía más de lo que sus ojos podían captar. La tensión en el aire era palpable, una mezcla de anticipación y deseo que la dejó sin aliento, sabiendo que lo que estaba por venir cambiaría todo.




Yumi, con el corazón latiendo con fuerza, puso una piedra y comenzó a espiar por una ventana, sus ojos abiertos de par en par ante la escena que se desarrollaba ante ella. Kizame, con una sonrisa pícara, se quitó el vestido que llevaba, revelando su ropa interior, un conjunto de encaje rojo que realzaba cada curva de su cuerpo. George y Ichida, sin perder tiempo, se bajaron los pantalones, sus miembros erectos y palpitantes, listos para la acción.




Kizame, riéndose, se arrodilló frente a ellos, tomando los penes de ambos chicos en sus manos. Con una habilidad y una destreza que revelaban una práctica más que ocasional, comenzó a chupar simultáneamente, sus movimientos lentos y deliberados, creando una fricción de placer que los dejó a todos sin aliento. Los gemidos y jadeos llenaban la cabaña, una sinfonía de deseo y tentación que capturó la atención de Yumi, quien no podía apartar la mirada de la escena.




Después de un rato, Kizame se posicionó en el sofá, en una postura de perrito, invitando a George a penetrarla. Con cada embestida, su ano se dilataba, soltando gemidos de placer y excitación. Ichida, observando la escena, se acostó frente a su tía, su pene erecto y listo para la acción. Kizame, sin perder tiempo, comenzó a chupar el pene de Ichida, sus movimientos sincronizados con las embestidas de George, creando una coreografía de deseo y tentación que los dejó a todos sin aliento.





Yumi, observando desde la ventana, sentía un calor recorrer su cuerpo, una mezcla de asombro y excitación que la dejó sin aliento. La visión de su hijo y su hermana, moviéndose con una intensidad y una pasión que la volvía loca, la llevó a cuestionar sus propias creencias y moralidades. La escena, erótica y morbosa, la tenía al borde del éxtasis, su cuerpo temblando de deseo y necesidad.




Ichida, con una determinación y una confianza que lo sorprendió a sí mismo, acostó a su tía en el sofá y, posicionándose detrás de ella, comenzó a penetrarle el ano. Con cada penetración, sentía cómo Kizame apretaba, sus gemidos y jadeos llenando la cabaña, creando una sinfonía de placer y tentación. “Sí, mi amor, así, más fuerte,” gemía Kizame, su voz teñida de necesidad y urgencia, pidiendo más, siempre más.



La tensión en la cabaña era palpable, el aire cargado de electricidad y deseo. George, sin perder tiempo, puso a Kizame encima de él, penetrándola por el ano mientras Ichida, con una audacia y una osadía que lo sorprendió a sí mismo, se acercó y comenzó a penetrarle la vagina. Con cada embestida, sentía cómo su vagina se abría, creando una fricción de placer que los dejó a todos sin aliento.



Kizame, sintiendo la tensión del momento, soltó leves lágrimas, dejando regar su pestañina, una mezcla de dolor y placer que la volvió loca. “Sí, papi, así, más fuerte,” gemía, su voz llena de necesidad y urgencia, pidiendo más, siempre más. La escena, erótica y morbosa, capturó la atención de Yumi, quien no podía apartar la mirada de la visión de su hijo y su hermana, moviéndose con una intensidad y una pasión que la volvía loca.



En medio de la tensión, Ichida se vino dentro de la vagina de su tía, su semen caliente y espeso llenándola por completo, creando una sensación de placer y satisfacción que los dejó a ambos sin aliento. George, al mismo tiempo, se vino en el ano de Kizame, su semen caliente y espeso llenándola por completo, creando una sinfonía de placer y tentación que los dejó a todos sin aliento.




La escena, erótica y morbosa, capturó la atención de Yumi, quien no podía apartar la mirada de la visión de su hijo y su hermana, moviéndose con una intensidad y una pasión que la volvía loca. La tensión, alta y palpable, los llevó al borde del éxtasis, cada movimiento, cada gemido, cada jadeo, creando una sinfonía de deseo y tentación que los dejó a todos sin aliento, sabiendo que lo que habían compartido era algo especial, algo que ninguno de los dos quería abandonar.




Ichida y George, satisfechos y agotados, se retiraron del lugar, dejando a Kizame y a Yumi sumidas en sus pensamientos. Yumi, con una mezcla de excitación y deseo que no sabía definir, bajó de su escondite, su mente llena de imágenes y sensaciones que la dejaban sin aliento. La noche, llena de estrellas y misterios, la envolvió en un manto de reflexión y cuestionamiento, llevándola a cuestionar su propia existencia y sus deseos más profundos.




Durante esa noche, Yumi no pudo dormir, sus pensamientos dándole vueltas, cada recuerdo, cada imagen, cada sensación, creando una sinfonía de deseo y tentación que la dejó sin aliento. Al amanecer, con el cuerpo cansado y la mente nublada, se encontró con Kizame, quien, con una sonrisa pícara, propuso ir todos a la discoteca nudista. “Es nuestra última noche aquí,” dijo, su tono lleno de insinuación y diversión. “Vamos a disfrutar antes de volver a nuestra extraña vida cotidiana.”




Al principio, la familia no estaba muy de acuerdo con regresar a la discoteca, pero Kizame, con su carisma y persuasión, logró convencerlos. “Es solo por una noche,” argumentó, su voz llena de una mezcla de deseo y necesidad. “Vamos a divertirnos, a olvidarnos de todo, a vivir el momento.” Después de pensarlo, todos aceptaron, sabiendo que lo que estaba por venir cambiaría todo, llevándolos a un terreno desconocido y peligroso, pero también lleno de posibilidades y tentaciones.




La familia realizó un asado, un momento de unión y celebración que llenó el aire de risas y conversaciones animadas. Al terminar el medio día, las copas no podían faltar, y la familia bebió hasta caer la noche, cada trago aumentando la excitación y la anticipación. Al dirigirse a la playa, el ambiente se sentía muy encendido, una mezcla de libertad y deseo que capturó la atención de todos. Desnudos, pero respetuosos, se movían con una confianza y una sensualidad que los volvía locos. 




Ichida, con unos tragos encima, se acercó a su madre, invitándola a bailar. La música, un ritmo sensual y envolvente, los envolvió, y comenzaron a moverse al compás, sus cuerpos rozándose con una intimidad que los dejó sin aliento. Yumi, con el alcohol nublándole la mente, se movía con una sensualidad y una perversión que capturó la atención de todos, su trasero moviéndose con una intensidad y una pasión que la volvía loca.




El baile, aunque no óptimo para madre e hijo, los llevó a un estado de excitación y deseo que los dejó sin aliento. Con cada roce, la tensión aumentaba, creando una fricción de placer que los volvía locos. Yumi, ebria pero aún consiente de lo que hacía, se acercó a Ichida, susurrándole al oído: “Ichida, mi amor, acompáñame al baño.” Ichida, sin dudarlo, la siguió, sabiendo que estaba lleno de posibilidades y tentaciones.




Al entrar al baño, un lugar mixto y lleno de misterios, Ichida orinó, su mente llena de imágenes y sensaciones que lo dejaban sin aliento. Al salir, Yumi, con una mezcla de asombro y excitación, se quedó mirando el miembro de Ichida, llenándose aún más de emoción y deseo. La visión, erótica y morbosa, la dejó sin aliento, sabiendo que lo que había visto cambiaría su percepción de la realidad para siempre. 



Yumi, con una sonrisa pícara, le dijo a su hijo que se tomasen una foto frente al espejo, solo para guardar recuerdo de aquellas vacaciones. “Ichida, mi amor, vamos a inmortalizar este momento,” susurró, su voz llena de una mezcla de deseo y nostalgia. Agarró el celular de su bolsa y comenzó a fotografiarse junto a su hijo, sus cuerpos desnudos y vulnerables, creando una imagen que capturó la esencia de la noche.




Mientras posaban, Yumi le pidió a Ichida que levantara una pierna, y, con una audacia y una osadía que lo sorprendió a sí mismo, puso una pierna en el hombro de su hijo. El roce entre la vagina de Yumi y el miembro de Ichida fue inevitable, una fricción de placer que los dejó a ambos sin aliento. La tensión, alta y palpable, los llevó a decidir salir y continuar bailando, sabiendo que lo que había sucedido cambiaría todo, llevándolos a un terreno desconocido y peligroso, pero también lleno de posibilidades y tentaciones.




Mientras Ichida bailaba con su madre, su padrastro se acercó, pidiéndole que se la prestara un momento. Ichida, sin dudarlo, continuó bailando con su hermana Ren, quien, con un movimiento de caderas que capturó la atención de todos, lograba deleitarse con su hermano. La música, un ritmo sensual y envolvente, los envolvía, creando una atmósfera de deseo y tentación que los volvía locos.




Ichida, mientras bailaba, notó la ausencia de su madre, una corazonada lo llevó a dirigirse a la casa, sabiendo que lo que estaba por venir cambiaría todo. Al llegar, se encontró con su padre, quien, con una sonrisa pícara, le había vendado los ojos, queriendo jugar con ella. “Amor, te estoy esperando,” escuchó Ichida, la voz de su madre llena de deseo y anticipación. Sin embargo, al caminar, no encontró a nadie cerca, su madre se encontraba con los ojos vendados, esperando a alguien, pero no a él.




Mientras tanto, Kizame, al salir en busca del aceite, se encontró con el padre de Ichida, halándolo de la mano y llevándolo de nuevo a la fiesta. Ichida, al entrar, vio a su padre yéndose con Kizame, una escena que lo dejó sin aliento, sabiendo que lo que estaba por venir cambiaría todo, llevándolos a un terreno desconocido y peligroso, pero también lleno de posibilidades y tentaciones. La noche, llena de misterios y deseos, los envolvió en un manto de excitación y anticipación, sabiendo que lo que había sucedido cambiaría todo, llevándolos a un terreno desconocido y peligroso, pero también lleno de posibilidades y tentaciones.




Ichida caminó hacia su madre, su cuerpo paralizado por la intensidad del momento, pero continuó avanzando, sabiendo que lo que estaba por venir cambiaría todo. Yumi, al escuchar los pasos, pensó que era su esposo, y con una voz llena de deseo y anticipación, dijo: "Mi amor, esto es todo para ti." Ichida, con el corazón latiendo con fuerza, tomó las manos de su madre y la bajó de la cama, su pene endureciéndose con cada roce, cada movimiento, creando una fricción de placer que los dejó a ambos sin aliento.




Yumi, arrodillada y obedeciendo, murmuró: "Qué travieso eres, amor," su voz teñida de una mezcla de asombro y excitación. Con las manos levantadas, agarró el miembro de Ichida, sintiendo cómo su pene, más grande y duro de lo que esperaba, palpitaba en su mano. La sensación, erótica y morbosa, la dejó sin aliento, pero sin medir consecuencias, Ichida, guiado por la excitación, tomó la cabeza de su madre y la llevó a su pene, sabiendo que lo que estaba por venir cambiaría todo.




Yumi, con los ojos vendados pero sacando la lengua, abrió su boca, dejando entrar el miembro de Ichida, comenzando a succionar con una intensidad y una habilidad que lo volvió loco. Su vagina, húmeda y tentadora, goteaba, creando una sinfonía de deseo y tentación que los dejó a ambos sin aliento. Con movimientos lentos y deliberados, Yumi movía su cabeza de arriba hacia abajo, intentando meterse el pene hasta el fondo de su boca, creando una fricción de placer que los volvía locos.




Los sonidos húmedos, eróticos y morbosos, llenaban la habitación, una sinfonía de deseo y tentación que capturó la atención de ambos. Yumi, con su lengua, hacía círculos en la punta del pene de Ichida, creando una sensación de placer que lo dejó sin aliento. Con cada movimiento, cada roce, la excitación aumentaba, llevándolos al borde del éxtasis.




Ichida, incapaz de contenerse por más tiempo, se vino dentro de la boca de su madre, su semen caliente y espeso llenándola por completo. Yumi, conteniendo la respiración, comenzó a tragar, saboreando cada gota, cada sensación, creando una conexión de placer y deseo que los dejó a ambos sin aliento. Con movimientos lentos y deliberados, Yumi limpió el pene de Ichida, su lengua explorando cada rincón, cada recoveco, creando una sinfonía de placer que los volvió locos.




"Me encantó tu semen, amor," murmuró Yumi, su voz llena de deseo y necesidad. "Ven, penetráme antes de que Ichida o alguien llegue," suplicó, sabiendo que lo que había compartido con su hijo era algo especial, algo que ninguno de los dos quería abandonar. Sin embargo, un ruido inesperado los interrumpió, y Ichida, con el corazón latiendo con fuerza, salió de la habitación, dejando a Yumi sumida en sus pensamientos y deseos.




Yumi, al quitarse la venda de los ojos, se dirigió al baño, donde vio restos de semen en su cara, una visión que la dejó sin aliento, sabiendo que lo que había compartido con su hijo cambiaría su percepción de la realidad para siempre. Al salir del baño, no encontró a su esposo, y, con una mezcla de asombro y confusión, comenzó a llamarlo, su voz llena de urgencia y necesidad.




Ichida, disimulando y fingiendo que acababa de llegar, le dijo a su madre: "Soy yo, madre. Me vine del baile, me siento cansado," su voz teñida de una mezcla de deseo y necesidad, sabiendo que lo que había compartido con su madre cambiaría todo, llevándolos a un terreno desconocido y peligroso, pero también lleno de posibilidades y tentaciones. Yumi, adentrándose a su cuarto y poniéndose una bata, se preparó para enfrentar la realidad, sabiendo que lo que estaba por venir cambiaría todo, llevándolos a un terreno desconocido y peligroso, pero también lleno de posibilidades y tentaciones.



Ren, escondida cerca de la habitación, había visto toda la escena, su mente llena de imágenes y sensaciones que la dejaron sin aliento, sabiendo que lo que había presenciado cambiaría su percepción de la realidad para siempre. 


Amigos gracias por seguir leyendo mi relato, espero les guste y me vayan a seguir a mis redes sociales, continuaré mi primer relatos "el umbral del incesto con mi madre" espero su apoyo y gracias por todo. 



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