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EL UMBRAL DEL INCESTO CON MI MADRE #11

Al siguiente día, al levantarme junto a mi madre, le abrace como un niño pequeño. Mi madre y yo nos bañamos juntos mientras le ayudaba a limpiar las partes más íntimas a mi madre; ella me acariciaba la cabeza. Después de bañarnos mi madre y yo bajamos a por un desayuno nuestro.

 

Mientras desayunábamos, mi madre tocó el tema de las fotos.

 

-MI MADRE: ¿Cómo te sientes para las fotos? 

-YO: estoy listo, pero, ¿y tú? 

-MI MADRE: no. 

-YO: Tranquila, madre, iremos al centro comercial y compraremos aceites y un par de juguetes para irte preparando, madre.

 

Nos dirigimos al centro comercial. Mi madre se notaba nerviosa, por lo que decidí comprarle una bebida mientras comprábamos. Al ingresar a la tienda, la señorita que atendía, no mostró impresión al pedirle el juguete. Mi madre se tranquilizó un poco. Terminamos de hacer las compras y nos dirigimos a casa, para no dejarnos coger la noche.

 

Al llegar a casa, nos encontramos con una gran sorpresa. Mi padre había llegado de su viaje.

 

-MI PADRE: Hola familia, gusto volver a verlos. 

-YO: El gusto es nuestro, padre. 

-MI MADRE: ¿Qué haces aquí? 

-MI PADRE: Es mi casa y vine a vacacionar, te extrañé mucho, amor.

 

Mi madre no soltó palabras, por lo que ingresamos a casa. Durante la cena, mi madre se puso al tanto con papá y le contó lo sucedido en casa de mi tía. A mi papá no le gustó mucho lo que mi madre le contó, pero, ya no se podía hacer nada.

 

Mientras cenábamos, mi padre le hacía señas a mi madre, en un ataque de celos me levante y me dirigí a mi cuarto sin decir nada.

 

-MI PADRE: ¿Qué le sucede? 

-MI MADRE: Debe de estar agotado de la universidad. 

-MI PADRE: Entiendo...

 

Me recosté en mi cama y me quedé dormido. Rato después, me levante porque no prendí el aire acondicionado y mi cuarto era un horno. Mientras prendía el aire, note que la luz de la habitación de mis padres estaba prendida. Me acerqué sigilosamente a espiar.


-MI PADRE: "¿Te gusta?, vamos no te quedes callada." -MI MADRE: "Ah, sí me gusta."

 

Mi padre se levantó de encima de mi madre, se colocó la bata y mirándole con enojo le preguntó:

 

-MI PADRE: "¿Qué diablos pasa?" -MI MADRE: "No es nada, solo debo estar cansada, amor. Déjame recuperar fuerzas, eres todo un semental." -MI PADRE: "Lo sé, amor, descansa entonces."

 

Me retiré a mi habitación, con la idea de que mi madre se notaba disgustada con papá. Al siguiente día, me levanté temprano y mi madre se encontraba arreglando mi habitación en una nube de flores. Ella, mientras se agachaba, me dejaba ver su bella ropa interior blanca.

 

-MI MADRE: Hola, mi rey, ¡buenos días! 

-YO: Hola, madre, ¡buenos días!" ¿Cómo amaneciste?

-MI MADRE: Mal, tu padre ronca mucho y se echa flatulencias, no lo soporto.

-YO: Entiendo, madre, me alistaré para irme a estudiar.

-MI MADRE: Dale, te tendré listo el desayuno. 

-YO: Gracias, madre, llego en 10.

-MI MADRE: Te espero en 4. 

-YO: Me encantaría.

 

Me fui a bañar, mi padre se levantó y mi madre tuvo que bajar a atenderlo mientras yo me bañaba. Terminé de alistarme y al bajar a la cocina, mi madre me tenía servido el desayuno.

 

-MI MADRE: Desayuna bien, mi cielo.

 

Mientras desayunaba, bajó mi padre y mi madre lo miró de manera que, si las miradas mataran, ya estaría muerto.

 

-MI PADRE: Ya está listo mi desayuno.

-MI MADRE: No, te tienes que esperar.

-MI PADRE: Ok, pero qué genio, debe ser el mes. 

-YO: A lo mejor, chao, padre. Me tengo que ir.

 

Me la pasé todo el día fuera de casa. Al regresar, mi madre se encontraba sola en casa.

 

-YO: Hola, madre, ¿Dónde está papá?

-MI MADRE: "Se fue a visitar a su madre.

-YO: Ah, entiendo, madre. ¿Cómo te fue con él?

-MI MADRE: ¡Ay, hijo!, Super mal, es muy acosador y la verdad me fatiga estando en casa. 

-YO: Ash, madre, la verdad lo siento por eso.

-MI MADRE: No pasa nada, hijo, mejor ayúdame con algo antes de que él venga.

-YO: "Claro, madre."

 

Mi madre sacó del bolso el juguete que habíamos comprado y me comentó que había intentado ponérselo, pero, no había podido. Era arriesgado ayudarle a ponérselo porque mi padre podría llegar, pero, la excitación del momento me llevó a colaborarle. Mi madre se levantó de la silla y se levantó el vestido, dejándome ver sus hermosas bragas de color negro, mientras las iba bajando de manera sensual, dejándome ver de a poco ese hermoso coño que nos había unido en cuerpo y alma.






Mi madre se acercó al sillón, llamándome con la cabeza, así que me acerqué al sillón también. Ella se acomodó para que pudiera insertarle el juguete, es importante recalcar que el ano es un área muy sensible, por lo que era necesario ser cuidadoso. Ver a mi madre en esa posición me causaba una erección notable, pero no podía actuar en ese momento.

 

—MI MADRE: Poco a poco, mi rey.

 

Acerqué lentamente el juguete y, después de humedecerlo con saliva, comencé a introducirlo suave y delicadamente. Mi madre soltaba lentos espasmos mientras el juguete se deslizaba dentro. Una vez dentro, comencé el tratamiento moviéndolo lentamente, insertándolo y extrayéndolo con mucha suavidad. La vagina de mi madre se fue humedeciendo progresivamente.





—MI MADRE: ¡Uff, se siente riquísimo!

 

Mientras continuaba con mi labor, escuchamos que un automóvil llegó a la casa. Mi madre se levantó rápidamente, sin quitarse el juguete, ya que mi padre estaba en casa. Me retiré discretamente del lugar donde me encontraba mi madre y fui a abrir la puerta a mi padre.

 

—MI PADRE: Hola hijo, pasé por ti a la universidad y no te vi. 

—YO: Salí temprano y me vine con unos amigos. 

—MI PADRE: Está bien hijo, no pasa nada.

 

Entramos juntos a la casa y mi madre se encontraba en la cocina. Mi padre la abrazó y le dio una nalgada juguetonamente, mientras mi madre soltaba un suspiro. Recordé que mi madre no se había quitado el juguete, por lo que me acerqué a ella sigilosamente por detrás, con la intención de saludarla, y con cuidado introduje mi mano por debajo de su vestido. Me di cuenta de que mi madre llevaba puesta su ropa interior, por lo que tuve que apartarla cuidadosamente mientras ella hablaba con mi padre. Tomé el juguete con sigilo y lo saqué lentamente, mientras la vagina de mi madre goteaba. Al sacarlo, mi madre soltó un gemido.

 

—MI PADRE: ¿Qué pasa? 

—MI MADRE: Nada, un mosquito. Gracias hijo por ayudarme.

 

Me retiré a mi habitación y guardé el juguete en mi bolsillo. Me duché y bajé de nuevo, mi padre estaba con mi madre viendo la televisión. Cuando me vieron bajar, se levantó y nos dirigimos a la cocina. Mi madre terminó de servir la cena y, mientras cenábamos, mi padre nos comentó:


—MI PADRE: En estos días llegará mi hermana de España, así que la recogeré en el aeropuerto para presentarle la casa. 

—MI MADRE: No hay ningún problema por mi parte. 

—YO: No tengo objeciones tampoco.

 

Esa noche, terminamos de cenar y mi padre me pidió que lavara los platos. Después de terminar, me dirigí a mi habitación para revisar mi celular, donde encontré un mensaje de mi madre que decía:

 

—MI MADRE: Voy a practicar estos días y el viernes, cuando tu padre se vaya, haremos la sesión. 

—YO: ¿A qué te refieres?

 —MI MADRE: La práctica anal, ¿te acuerdas? 

—YO: Claro que me acuerdo, madre. Entonces, el viernes será el día.

 

Fue la primera vez que mi madre me comunicaba de esa manera mientras estábamos en la misma casa. Surge una duda en mi mente: ¿por qué hacer la sesión si mi padre está en casa? ¿Para quién son las fotos? Mi madre estaba dejando cabos sueltos, lo que me causaba incertidumbre.

 

Los días continuaron su curso con una rutina aparentemente normal en la que mi madre y yo intercambiábamos palabras cotidianas. Sin embargo, en ocasiones, surgían tensiones emocionales en la cocina. Podía sentir cómo el cuerpo de mi madre anhelaba estar cerca de mí, aunque no estaba seguro de a qué se debía ese deseo.

 

Mientras tanto, mi padre seguía intentando reconciliarse con mi madre durante las noches. Sin embargo, ella se mostraba cada vez más distante y fría hacia él. Parecía que mi madre ya no deseaba su compañía. No podía juzgarla, ya que había sido testigo de la negligencia continua de mi padre en la relación y de sus infidelidades repetidas. Sus viajes de negocios se habían convertido en excusas para mantener relaciones abiertas con otras mujeres, inclusive llegando al extremo de tener una hija con una de ellas, mientras mi madre soportaba silenciosamente esa situación.

El deterioro de la relación emocional entre mis padres había alcanzado un punto de evidencia palpable, tejiendo una atmósfera de tensión en el hogar que resultaba imposible ignorar. En medio de este escenario tenso, me hallaba atrapado, enfrentando el desafío de descifrar las intrincadas dinámicas de las relaciones humanas y cómo la ausencia de comunicación y el desgaste emocional pueden desencadenar situaciones dolorosas y complejas.


La disolución gradual del vínculo afectivo entre mis padres proyectaba sombras sobre la cotidianidad familiar, convirtiendo la convivencia en un terreno minado por la incomunicación y la desconfianza. Cada interacción cargada de silencios incómodos y gestos cargados de significado no verbal era un recordatorio tangible del abismo emocional que los separaba.


En mi papel de testigo y participante involuntario de esta disolución matrimonial, me veía confrontado con una lección dolorosa pero reveladora sobre la fragilidad de las relaciones humanas. La comprensión gradual de cómo la falta de diálogo y la acumulación de resentimientos pueden erosionar incluso los lazos más sólidos, me llevaba a reflexionar sobre la importancia vital de la comunicación abierta y la empatía en la construcción y preservación de relaciones saludables.


El tan aguardado día había llegado y mi padre, sin esperar la primera luz del alba, se encaminó hacia el aeropuerto, donde mi tía lo aguardaba. Un viaje de aproximadamente tres horas de ida y otras tres de regreso se desplegaba ante él. En tanto, mi madre y yo nos encontrábamos con un tiempo precioso para fortalecer nuestros lazos mientras él se encontraba ausente.


Al despertarme, me percaté de que mi madre ya se encontraba en la ducha. Sin perder tiempo, me dirigí a la cocina y preparé café, impaciente ante la espera. Cuando finalmente mi madre descendió de su recámara, se unió a mí y pronunció:


-MI MADRE: Sube rápido, no podemos desperdiciar el tiempo.

-YO: "Claro madre.


Subí rápidamente las escaleras. Mi madre me esperaba en su habitación, tenía puesta una bata roja. La mañana no había florecido aún, pues mi padre había emprendido su viaje bastante temprano. Mi madre se quitó la bata, se acercó y halándome hacia la cama me puso en mis manos el juguete de aquella vez. Se puso en posición de perrito, por lo que me acerqué a ella y ensalivando el juguete comencé a introducirlo lentamente. Cabe recalcar que esta vez no se dio mucho esfuerzo al intentar meterlo, mi madre ya había practicado y se encontraba más que lista. Continué moviendo el juguete mientras mi madre iba gimiendo con leves movimientos de caderas, mientras su vagina comenzaba a manar aquellos dulces fluidos que me deleitaron en varias ocasiones.




Después de un tiempo prolongado de placer, finalmente retiré el juguete de mi madre. Acto seguido, ella se levantó de la cama, se acercó a mí arrodillándose frente a mí, procediendo a quitarme el pantalón. Tomó mi pene y lo llenó de aquellos cálidos placeres, comenzando a practicarle felación. Mientras grandes cantidades de saliva lo empapaban, mi pene se humedeció por completo, sin necesidad de recurrir a lubricantes adicionales.

 

En medio de la felación, mi madre emitía diversos sonidos producto de la saliva y su entusiasmo, sin dejar de chupar en ningún momento. Llegó un punto en el que, mientras continuaba chupando, levantó su mirada y la clavó en la mía. En esta ocasión, en vez de apartar la mirada como en ocasiones anteriores, simplemente asentí, demostrándole mi aprobación y dejando en claro la profundidad a la que era capaz de llegar con su garganta.





Después de un tiempo, mi madre soltó mi pene como si se tratara de un chupete. Me recosté en la cama, y para calentar antes de iniciar la sesión (en la que aún no habíamos configurado la cámara), mi madre se subió encima mío. Tomó mi pene y lo guio hacia la entrada de su vagina, comenzando a subir y bajar mientras soltaba pequeños quejidos. La vagina de mi madre palpitaba por dentro y se sentía caliente. Mientras ella subía y bajaba, podía sentir cómo tocaba aquel fondo blando que tanto me gustaba.






Mi madre bajó el ritmo al que llevábamos, se levantó, tomó de su mesa un aceite y me lo aplicó. Al aplicármelo sentí algo mentolado.

 

MI MADRE: Ha llegado la hora.

 

Mi madre se acercó a mí y se subió encima, mientras tanto con su mano tomó mi pene y lo dirigió a su entrada anal, lo acomodó y lentamente fue bajando.

 

MI MADRE: ¡Umm!, muévete sólo cuando te lo diga, el resto lo hago yo.

 

Quedó más que claro, mi madre bajó por completo, me sentí en el cielo, aquella ranura tan angosta era como ponerse un anillo en el dedo, pero mojada, con una calentura extrema, su ano apretaba totalmente y el aceite que mi madre me había aplicado me generaba una sensación fría.

 

Mi madre comenzó a cabalgar, movía lentamente sus caderas, aumentando el ritmo moderadamente mientras se acercaba a mí me gemía al oído.

 

MI MADRE: ¡Ah, ah sí, amor!, me encanta como me penetras mi culito, te gusta, ¿te gusta el culito de mamá?, ¡ah, ah! YO: Sí, mami, me encanta.

 

Mi madre siguió moviéndose y conforme bajaba su ano apretaba, era una sensación difícil de explicar, pero sentía super bien, llevándome al éxtasis en cuestión de segundos.









Mi madre continuó moviéndose, y en un movimiento soltó un leve suspiro, acercándose a mis labios comenzamos a besarnos como un par de adolescentes. Mi madre se levantó y dejó salir mi pene lentamente, me miró fijamente y me dijo:

 

MI MADRE: Te toca, ten paciencia y sé gentil, mi rey.

 

Mi madre se posicionó de perrito, dejándome una gran vista, mientras ella esperaba inquieta, me acerqué por detrás y tomando mi pene lo guié hacia su entrada anal. Al principio no quería entrar, por lo que retrocedía, pero mi madre, guiándome, hizo que mi pene fuera entrando lentamente. La sensación al entrar en esa posición fue inigualable, sentía como apretaba aún más y ver a mi madre postrada en la cama, gimiendo mientras su vagina goteaba, era espectacular.

 

Comencé a moverme y mi madre se aferraba a la cama mientras gemía y soltaba una que otra palabra obscena. Aumenté el ritmo, ya el ano de mamá estaba dilatado y me permitía moverme.

 

MI MADRE: ¡Ah, ah!, dale duro en el culito de mamá, me encanta como me pones y la manera como penetras. YO: Eres la mejor, me encanta. MI MADRE: ¡Ah sí, mi amor! Dame duro al culito de mamá, ahórcame, mi rey, hazme lo que quieras, ¡ah, ah!

 

Comencé a jugar con mamá, dejaba salir mi pene y mi madre echaba sus nalgas para atrás, continué penetrando llegando hasta el fondo de mamá.

 

MI MADRE: ¡Ah, mi rey!, ese culo es tuyo, solo tuyo, mira como pones a mamá, me pones como gata en celo, dame más amor, dame...













Reduje la velocidad, ya que sentía que estaba a punto de llegar, mi madre podía notarlo, saqué mi miembro con cuidado y nos recostamos en posición de cuchara. Comencé a penetrar a mi madre, mientras ella echaba su cabeza hacia atrás y nos besábamos apasionadamente. La cosa no duraría mucho, ya que mi madre al cerrar las piernas apretaba más y mi pene ya estaba en su límite. Por lo que baje el ritmo y dejándolo hasta al fondo, deje fluir todo mi semen dentro de mi madre.

 

-MI MADRE: ¡ah! se siente caliente, cariño, sí, vamos, llena el culo de leche a mamá.







Nos levantamos de la cama y nos dirigimos hacia el baño para ducharnos juntos. Tuve el lujo de asear el cuerpo de mi madre, el cual considero un arte.

 

-MI MADRE: Te amo, hijo, llenas mis días de alegría. 

-YO: Yo también te amo, eres la mejor.

-MI MADRE: Nadie me hace sentir mejor que tú, tú eres mi lugar seguro, cariño. 

-YO: Eso es fascinante, mamá, gracias por tu muestra de amor.

 

Después de bañarnos, me dirigí a mi cama a dormir. Al despertar, bajé porque escuché el ruido de la camioneta de mi padre. Ayudé a mi tía a bajar las maletas mientras mi madre servía el desayuno. Mi padre saludó a mi madre con un abrazo por detrás y ella respondió con alegría.

 

-MI PADRE: Veo que amaneciste de buen humor hoy. 

-MI MADRE: Claro, cariño, el sonido de mi cama me hizo sentirme nuevamente mujer.

-MI PADRE: Me encanta que hayas dormido bien, como si hubieras tomado leche antes de dormir.

-MI MADRE: “Claro, cariño, la leche fluye en mí.”

 

Mi padre no tomó bien esa última frase, pero se apresuró a subir las maletas de mi tía. Ese día desayunamos bien y después de desayunar me fui a la universidad con la duda de por qué el sexo anal era tan delicioso para ambos, hombres y mujeres. Le pregunté a uno de los especialistas.

 

-ESPECIALISTA: El sexo anal es algo que le gusta a las mujeres por la estimulación y las nuevas experiencias, además a algunas mujeres le produce nuevas sensaciones. 

-YO: Doctor, ¿por qué dudan en realizar el sexo anal? 

-ESPECIALISTA: “Lo que pasa es que, como tal, el sexo anal, con personas que no manejan sus impulsos sexuales, se torna doloroso. Por ello es bueno elegir bien la pareja sexual y hacerlo progresivamente.

-YO: Doctor, ¿es cierto que por medio del sexo anal se llega más rápido al punto G? 

-ESPECIALISTA: No, esa afirmación es incorrecta. El punto G de la mujer, también conocido como el ‘punto de Gräfenberg’, es una zona erógena localizada en la pared frontal de la vagina, a unos 2-5 centímetros de la entrada vaginal. El ano, por otro lado, se encuentra en una ubicación completamente diferente, en la región del perineo, entre los genitales externos y el ano en sí mismo. Estas dos áreas están separadas anatómicamente y no están directamente relacionadas en términos de ubicación física.

-YO: Doctor, muchas gracias por su explicación.

-ESPECIALISTA: Recuerda, el uso de un preservativo durante el sexo anal es una práctica segura y recomendada para proteger la salud sexual y reducir el riesgo de enfermedades de transmisión sexual e infecciones.

 

-YO: Claro, doctor, lo tendré en cuenta.

 

Después de ese único encuentro con mi madre, nuestra relación tomó un rumbo diferente temporalmente. Mi padre decidió llevarla a la casa de mi abuela para que conociera a los hijos de mi tía y se familiarizara con otros miembros de la familia que estaban de visita. Mientras tanto, me sumergí en la búsqueda de oportunidades laborales, dedicando tiempo a leer y explorar vacantes de trabajo. Con determinación, elaboré mi currículum y lo envié con la esperanza de encontrar una oportunidad que me permitiera iniciar mi carrera. La graduación se aproximaba rápidamente, y con ella la expectativa de un nuevo capítulo en mi vida.

 

A pesar de la distancia física, mi madre seguía siendo un apoyo constante. A través de mensajes, me mantenía informado sobre las novedades familiares y me brindaba palabras de aliento en este periodo de transición. A medida que avanzaba hacia el final de mis estudios, el vínculo con ella se fortalecía, recordándome que, aunque separados físicamente, estábamos unidos por el afecto y el apoyo mutuo.

 

Días después de concluir mis actividades en la universidad, al regresar a casa, me encontré con una sorpresa inesperada: el hogar estaba desierto. Mi madre, previamente, me había enviado un mensaje instándome a vestirme de manera elegante, ya que esperaba la visita de familiares. Sin embargo, opté por ataviarme con ropa cómoda, aunque igualmente elegante. Mientras me disponía a arreglarme, el estruendo de motores y automóviles resonó en el ambiente, anunciando la llegada inminente de mis parientes. Ante tal anuncio, apresuré mi arreglo personal para recibir a los invitados con prontitud.

 

Descendí rápidamente las escaleras y me encontré con una bulliciosa reunión. Saludé efusivamente a mi abuela, a mis primos a los que no veía desde hace años y a otros miembros de la familia que habían llegado. Entre la multitud, divisé a mi madre luciendo un impresionante vestido azul que resaltaba sus curvas, especialmente sus prominentes glúteos.

 

Su presencia en la habitación parecía iluminar el ambiente, y su elegancia no pasó desapercibida para nadie. Aunque inicialmente había ignorado su consejo sobre vestirme de manera más formal, la imagen de mi madre en ese vestido me hizo sentir agradecido por su sugerencia.

Comencé a ayudar a mi madre en la cocina, y organizamos la mesa mientras el resto de la familia se quedaba en el salón. Mi madre y yo estábamos solos en la cocina, mientras la familia estaba arriba mirando las habitaciones. De repente, mi madre dijo:

 

-MI MADRE: tengo que mostrarte algo. -YO: ¿Qué es?

 

Mi madre se inclinó ligeramente y subió su vestido hasta sus caderas, dejándome ver que su hermoso coño estaba desnudo, sin ninguna prenda interior que lo cubriera. Además, llevaba puesto aquel juguete que compramos juntos. Mis nervios se apoderaron de mi cuerpo por el miedo a que alguien nos viera. Mi madre, con sus dos manos, abrió sus glúteos y me dejó ver más de cerca aquel juguete que se hundía en su ano.

 

Su vagina se contraía y expandía al ritmo de su respiración, mientras que su clítoris se erguía con una erección notable. Su ano se dilataba y contraía al ritmo del juguete que introducía y sacaba de su interior. Su respiración se aceleraba y sus gemidos se hacían más fuertes. Su cuerpo entero se estremecía con cada embestida del juguete.

 

Mi madre me miró con una expresión de lujuria y deseo en sus ojos. Sus labios se entreabrieron y susurró:

 

-MI MADRE: ¿quieres probar?





-YO: Madre, has enloquecido, nos pueden ver.

 

-MI MADRE: Siempre he tenido el fetiche de hacerlo con gente cerca, tu padre es lo suficientemente cobarde como para no hacerlo." Lo que mi madre me acababa de mostrar me encantaba, pero el pensar que alguien de la familia nos viera en aquella situación me causaba intriga. Sin embargo, mis deseos eran más fuertes, así que acepté.

 

En ese momento, escuchamos que alguien se acercaba y mi madre se bajó el vestido rápidamente. Cuando vimos que la que venía era mi tía, se acercó a ella para saludarla. Mientras tanto, con su mano un poco juguetona, tocaba mi pene. Aquella sensación de adrenalina mezclada con placer era fenomenal.

 

Después de saludar a mi tía, mi madre se acercó a la pared y, mientras saludaba a los demás, con su mano fue sacando sigilosamente mi pene, masturbándome suavemente en el acto. Mis gemidos se estaban volviendo más fuertes y mi cuerpo se estremecía con cada caricia.

 

De repente, mi tía se acercó a nosotros y comenzó a hablar con mi madre. Yo me quedé paralizado, sin saber qué hacer. Mi madre me miró y sonrió, luego me susurró al oído:

 

-MI MADRE: Quédate quieto y disfruta.

 

Mi cuerpo se estremeció con cada palabra que mi madre decía. Su mano seguía masturbándome suavemente, mientras hablaba con mi tía. Mis gemidos se estaban volviendo más fuertes y mi cuerpo se estremecía con cada caricia.

 

Después de un rato, mi tía se despidió y se fue. Mi madre se acercó a mí y me besó apasionadamente. Sus manos tocaban todo mi cuerpo y sus gemidos se hacían más fuertes.







 

-MI MADRE: ¿Te gustó?

 

-YO: Sí, madre, fue increíble.

 

Mi madre sonrió y me besó de nuevo. Sabíamos que habíamos compartido un momento íntimo y especial que nunca olvidaríamos. Después de eso, mi madre y yo nos dirigimos a la mesa donde estaba mi tía con mi sobrino. Dialogamos un rato con mi tía, mientras mi madre de manera descarada metía su mano debajo del vestido y se quitaba el juguete que traía puesto con anterioridad. Su vagina goteaba y remojaba la silla.





Mi tía se retiró a cambiarle el pañal a mi sobrino, y aproveché rápidamente para bajarme la cremallera y sacar mi pene. No esperé nada, fui directamente a la penetración. Creí que no iba a entrar, pero el ano de mi madre estaba dilatado y entré rápidamente. Comencé a moverme lentamente, mientras ella gemía y sus gemidos se hacían más fuertes, con sus dos manos se tapaba la boca, para no gritar.

 

El placer era indescriptible, sentía como mi pene se hundía en su interior y como su cuerpo se estremecía con cada embestida. Sus gemidos se hacían más fuertes y su respiración se aceleraba. Mi cuerpo entero se estremecía con cada movimiento, mientras mi madre me susurraba.

 

-MI MADRE: ¡ay amor!, más duro, dame toda tu leche.

 

-YO: Estás siendo insaciable, mi amor, pero te daré todo lo que quieras.

 

Mi cuerpo se estremeció con cada palabra que mi madre decía. Su cuerpo se arqueaba y sus gemidos se hacían más fuertes. Su ano se contraía y expandía al ritmo de mi pene. Mi cuerpo entero se estremecía con cada embestida. Mis gemidos se hacían más fuertes y mi respiración se aceleraba. Podía sentir el calor de su cuerpo y su humedad en mi pene.

 

-YO: me voy a venir, ¿Estas listas?

-MI MADRE: Sí, estoy lista, dame toda tu leche.

 

Mis embestidas se hicieron más fuertes y mi ritmo más rápido. Podía sentir como su cuerpo se estremecía con cada embestida y sus gemidos se hacían más fuertes.

 

-YO: ¡Aquí tienes, mi amor! -MI MADRE: ¡Sí, sí, así es! ¡Más, más, más!
















-MI MADRE: Así me gusta, que la leche fluya.

 

En ese momento escuchamos pasos nuevamente. Mi madre se arregló rápidamente y, en eso, llegó mi tía con mi sobrino. Nos sentamos y continuamos nuestra conversación como si nada hubiera pasado. Pero en nuestros ojos y en nuestros cuerpos, se notaba el placer y la satisfacción que habíamos experimentado.

 

Mi tía no se dio cuenta de nada, y seguimos pasando el rato juntos como una familia normal. Pero en mi mente y en mi cuerpo, sabía que había algo más que una simple relación familiar entre mi madre y yo. Había una conexión especial y única que solo nos pertenecía a nosotros. Y eso era algo que siempre recordaría con cariño y placer.

 

Mi tía se retiró, por lo que nos tocó limpiar rápidamente la silla y echarle ambientador. Mi madre subió las escaleras rápido, para que le fueran a mirar nada.

 

Después de aquellos días, mi madre y yo casi no tuvimos contacto. Mi padre siempre estaba en casa, y tras la presentación de mi tesis y la aprobación de la universidad para mi graduación, tuve que prepararme para el gran evento. Además, tuve que presentar exámenes estatales para demostrar mis competencias. Todo esto hizo que por un tiempo olvidara a mi madre, quien se enfrentaba sola a mi padre, quien se iría pronto.

 

El día de mi graduación, mi madre estuvo a mi lado, apoyándome en todo momento. Mientras tanto, mi padre asistió a una junta. Ese día, ella fue mi fuerza y mi apoyo, y a pesar de las dificultades que habíamos enfrentado en el pasado, su presencia fue todo lo que necesitaba.

 

Pero bajo la superficie de esta relación materna-filial, había una tensión creciente. Mi madre, una mujer hermosa y enigmática, comenzó a mostrar un lado más seductor de sí misma. Me encontré cada vez más atraído por ella, y aunque sabía que era incorrecto, no podía resistirme a su encanto.

 

Ella también parecía darse cuenta de mi atracción y comenzó a jugar conmigo, flirteando y coqueteando en cada oportunidad. Me sentía dividido entre mi lealtad hacia mi madre y mi deseo prohibido, nuestros cuerpos se llamaban nuevamente, pero, estando en la cuerda floja que mi padre, quien constantemente estaba en casa, todo esto sería mi perdición.



Retiré lentamente mi pene y el ano de mamá goteaba semen por montones, mientras mi madre me miraba.

 

Después de graduarme, me encontré frente a un par de ofertas de trabajo que representaban grandes oportunidades para mi futuro. Consciente de la importancia de aprovechar estas oportunidades, sabía que debía tomar decisiones que marcarían el rumbo de mi vida. Sin embargo, mi estrecho vínculo con mi madre se convertía en un obstáculo que desafiaba mis aspiraciones profesionales y personales.


A pesar de las dudas y los conflictos internos, decidí asistir a las entrevistas de trabajo con determinación y confianza en mis habilidades. Para mi sorpresa, los resultados fueron excepcionales y mi vida comenzó a adquirir tonalidades rosadas, llenándose de promesas y oportunidades.


Sin embargo, como bien sabemos, este mundo está lejos de ser perfecto y las imperfecciones siempre están presentes. Fue entonces cuando la suerte decidió revelar su verdadero rostro, mostrándome el camino que debía seguir, un camino lleno de desafíos y aprendizajes que marcarían mi destino de manera irrevocable.


Un cierto día, mientras mi padre revisaba las finanzas de la casa y mi madre se encontraba organizando la cocina, le envié un mensaje a mi madre pidiéndole que se tomara una selfie mostrándome su ropa interior y luego se la bajara y me mostrara más. Mi madre, sin poner ningún tipo de objeción, procedió a enviarme la foto, teniendo a mi padre cerca, dejándome ver su hermosa ropa interior blanca y nueva. En las siguientes imágenes, se podía ver su hermoso coño recién afeitado, que hacía tiempo no veía.











ver el cuerpo de mi madre me devolvía a la vida, pues, ya llevaba tiempo sin admirar aquel arte por el cual me apegue a ella, independiente de como se fueron formando las cosas mi madre y yo habíamos fortalecido los vínculos de tal manera que nos deseábamos el uno al otro incluso mientras mi padre estaba en casa, pues anteriormente, realizábamos el tipo de aptos obscenos satisfacer los deseos de mi padre, pero, ahora lo hacíamos para satisfacer aquellos deseos banales que nublaban nuestra mente.


Mientras contemplaba una fotografía, mi mente se abrumaba con la difícil tarea de encontrar las palabras adecuadas para comunicarle a mi madre la noticia de que debido a compromisos laborales tendría que alejarme de ella. Sabía que tendríamos que abandonar los acogedores apartamentos informales que tanto disfrutábamos juntos, lo cual me llenaba de preocupación y reflexión. Sin embargo, la presencia cercana de mi padre me impedía entablar esa conversación crucial, y temía que una vez que se marchara fuera demasiado tarde para compartir mis pensamientos con ella.

Mientras me sumergía en un mar de pensamientos, mi teléfono móvil interrumpió mis reflexiones con un mensaje entrante de mi madre. Al leer el mensaje, me enteré de que mi padre requería mi ayuda urgente en el lavamanos, el cual presentaba una fuga considerable de agua.

al bajar me dirigí hacía mi padre, él cual me ordeno que revisara la llave de la cocina, me acerque a mirar la llave mientras mi madre se encontraba cerca mío, por cuestiones de suerte a mi padre le entro una llamada y se dirigió para el aparta-estudio, mientras que yo me quede en la sala con mi madre. mientras yo revisaba la llave mi madre se sentó en mi estomago y hurgando entre mis pantalones dejo al descubierto mi pene, en medió del sobresalto le dije:

-YO: madre estas loca, papá nos puede ver.

-MI MADRE: no nos va ver, el se demora.

mi madre se echo para atrás y de manera un poco vulgar apoyo su coño sobre mi cara, dejándome llevar por mi placeres, comencé a lamerle el coño a mamá, mientras mi madre masajeaba mi pene, la excitación era alta, pero, el pensar de que mi padre podía regresar y vernos en aquella situación me generaba incertidumbre.

-MI MADRE: ¡si amor!, ¿te gusta el coño de mamá?

-YO: si madre, me encanta.

nos levantamos del suelo y inclinándose en la isla de la cocina, mi madre se bajo su ropa interior, seduciéndome con su hermoso coño, me acerque y dirigiéndome a su coño, introduje mi pene lentamente, conforme iba entrando sentía su interior caliente, que me ofrecía un ambiente cálido con un manto de placeres incestuosos que me volvían loco. comencé a aumentar el ritmo, penetrando más fuerte y generando sonidos al chocar mi pelvis con los glúteos de mamá, mientras que en una de esas salidas los fluidos se mezclaban y generaban un sonido viscoso, que iba soltando un aroma a sexo, que muchos ya conocerán.

en medio de gemidos y pasión, los fluidos de mamá empezaban a empapar mi pene por completo, en medio del éxtasis le levante la pierna a mi madre, apoyándola en el mesón, mientras continuaba mi labor de penetración iba sintiendo tocar más el fondo, mientras mi madre me gemia y me halagaba con dulces comentarios.

-MI MADRE: ¡te amo mi rey!, me encantan como me coges, sigue así mi amor, dame más, que rica verga tienes.

-YO. también te amo, me encanta como me llevas al limite mi reina hermosa...

mientras le penetraba mi madre se echo para adelante, dejando salir mi pene, me dio un gran beso y procedió a arrodillarse mientras miraba hacia arriba, le apretaba los cachetes, se acerco a mi zona intima y comenzó la felación, sus labios remojaban totalmente mi pene, limpiando cualquier rastro de sus fluidos , mi madre no quería que terminara antes, quería sacar mayor provecho de mi.











Mi madre se levantó y se acomodó encima del mesón, mientras abría sus piernas de manera perversa, dándome a conocer sus pervertidos fines. Me acerqué a su vagina y comencé a lamer, mientras mi madre me sobaba la cabeza, intentaba remojar con mi saliva sus fluidos, que me tenían enamorado. Su manera de gemir me hacía excitarme aún más. Me levanté y comencé a hurgar dentro de su vagina, mientras los fluidos de mamá se escurrían como una cascada por sus grandes glúteos. Mi madre me miraba con ojos de inspiración, con una ternura tan noble que me hacía querer besársela en el instante, mientras con su mano masturbaba mi pene, generándome una sensación de agonía al no querer llegar al plus y estar tan cerca de perder la batalla.





En medio de este mar de emociones, mi madre no soportó más la tentación y, dirigiendo ella misma mi pene, me llevó a la entrada de su vagina nuevamente. Al ingresar de inmediato, pues la vagina de mi madre manaba fluidos con una densidad lo suficientemente viscosa, con una tonalidad lechosa, que combinados con los míos empezaban a generar un olor peculiar en la cocina.

 

Continué embistiendo con fuerza la vagina de mi madre, pues su flexibilidad y calidez me hacían perder la cordura. Mientras, mi madre gemía sin contar la presencia de mi padre en casa, con un tono apasionado me decía:

 

—Mi madre: ¡Ah, sí, sí, amor! Dame más duro, ahórcame, mi rey, quiero que me ahorques.

 

Comencé aquel acto sadomasoquista de ahorcar a mi madre mientras la penetraba, y parecía ser que mientras le apretaba el cuello, su vagina se contraía y apretaba más, cediendo más espacio de profundidad y remojando aún más. El éxtasis de mi madre estaba cerca, mientras la penetraba descontroladamente. Mi madre comenzó a golpearme la pierna, avisándome que estaba llegando al plus. Por lo que dejé salir lentamente mi pene y, al encontrarme fuera, con ayuda de mis dedos pude hacer llegar al éxtasis a mi madre.









Continué haciendo el amor con mi madre de manera descontrolada, sin medir consecuencia alguna. Lo hicimos en diferentes poses, mi madre estaba lo suficientemente excitada para no darle manejo a la situación. Mi padre se encontraba cerca y en cualquier momento podría bajar. ¿Qué pasaría si nos descubriera? Estaba cegado del placer que me brindaba mi madre, que no me daba cuenta del error que estaba cometiendo. Pero, ¿qué iba a saber de errores?

 

Si fue mi padre quien nos metió en esto, el que inició todo con las fotos, el que toma decisiones asume consecuencias. Mientras mi madre seguía disfrutando del buen sexo, escuchamos un ruido. De manera rápida nos fuimos a la sala, pues no queríamos que nos vieran, pero tampoco queríamos terminar aquel momento tan hermoso que íbamos llevando. La lujuria sería nuestro pecado y nuestro reposo en los círculos del infierno de Dante. Todo esto me traería fuertes repercusiones.









Al llegar al cuarto, mi madre se comenzó a besar conmigo de manera apasionada. Mi madre se recostó en el sofá y, tomando posición de perrito, me dijo:

 

—Mi madre: quiero que me lo hagas por atrás, me encanta como me coges.

 

Me dispuse a acomodar mi pene, mientras mi madre con su mano me iba guiando la entrada. Esa sensación de penetrarle el culito a mi madre era única. Su ano se iba dilatando lentamente y, conforme iba penetrando, le untaba un poco de aceite que habíamos usado anteriormente. Comencé a arremeter contra el culito de mamá, el cual se iba expandiendo con cada penetración, pero, al salir, empezaba a apretar. Mi madre seguía gimiéndome y mirándome a los ojos mientras la hacía mía.

 

—Mi madre: ¡Me encanta, me encanta!, me encanta como me pones, cuando me la metes por atrás, mi amor. Así, dame más duro, destrózale el culito a mamá.






Mientras arremetía sin piedad contra los glúteos de mamá, sentí que estaba cerca de venirme, pero no me quería venir dentro del culito de mamá. Quería que mi madre se tragara mi semen, por ende, decidí bajarle al ritmo y le hice saber que me iba a venir. Retrocedí lentamente y, dejando salir mi pene del ano de mamá, la miré fijamente y, como si estuviéramos conectados, mi madre se arrodilló y comenzó a chupármela muy apasionadamente. No tardé mucho tiempo y empecé a bombear grandes cantidades de semen que quedaron en su boca y otra parte en su cara.

 

Mi madre se quedó mirándome mientras se mandaba el semen que tenía en su boca, mientras ella terminaba de limpiar las últimas gotas de fluido seminal de mi glande. Escuchamos que papá venía para la sala.

 

Mi madre sobre saltó y rápidamente me dijo que me escondiera. Me nublé en ese momento, por lo que me escondí detrás del sofá. Mientras papá llegaba, mi madre estaba de espaldas con la cara empapada de semen. Al llegar papá, le dijo:

 

—Mi padre: ¿Por qué estás desnuda, mujer? Alguien puede verte.

 

Mi padre analizó el panorama y, al ver que mi madre estaba quieta y no le daba señales, se acercó a ella y, al darle la vuelta, le vio su cara empapada de aquel fluido, que con tanta fuerza y pasión le había echado sobre ella.












3 comentarios:

  1. Increible historía. Un placer leerte. Espero que las otras historias sean tan buenas como esta

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  2. Excelente con tus relatos continúa así

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  3. Exitante y gran relato de una relacion incestuosa que me hubiera encantado tener con mi madre

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